Las emociones sublimes

Las emociones sublimes son las más importantes para el crecimiento y desarrollo del alma; son el alimento a través del cual crece. Las emociones sublimes nos conectan con lo superior, con Dios. Estas crean alrededor de la persona un aura de protección contra cualquier mal, conforman la energía de la suerte y propician la curación de nuestro cuerpo. Hallamos en ellas la manera de resolver todos los problemas.
Si las emociones sublimes son cultivadas por un grupo de personas (el Campo del Amor), entonces pueden curar a una persona gravemente enferma, traer la paz y la armonía a la familia y al mundo circundante, y ayudar a resolver cualquier conflicto. Incluso prevenir los desastres naturales.

Las emociones negativas, por el contrario, afectan a la salud atrayendo situaciones negativas y destructivas, y crean las bases para la mala suerte y los conflictos. Si estas son cultivadas por un grupo de personas, pueden acarrear guerras y desastres naturales. Por ello, es muy importante realizar, con cuanta mayor frecuencia mejor, la práctica «El tiempo de las lágrimas» y otros ejercicios espirituales para cultivar las emociones sublimes. Además, se debe escuchar en todo momento cantos divinos y buscar diversas sensaciones en películas, paseos; en todo aquello que vaya a generar dichas sensaciones abriendo el corazón constantemente al amor, la bondad, la compasión y descubriendo dentro de uno mismo la mentira y la identificación que crean las emociones negativas. Reprimirlas un poco no es suficiente: debemos abandonar las ideas y actitudes que crean esas emociones negativas escondidas bajo la máscara de la justicia y aquellas justificaciones que se ocultan tras del recelo y la imaginación.

 

Cualquier emoción surge de la identificación con uno mismo, con la situación, con la idea o el entorno que la crea. Por lo tanto, cuando surgen emociones negativas, debemos fijaros en aquello con lo que me estoy identificado, lo que me está arruinando. A continuación, tenemos que descubrir qué mentira ha dado lugar a esas emociones. Por ejemplo, una imagen dolorosa de algo malo que pudiera suceder genera miedo; las comparación estúpidas, los celos, la posesividad, las envidias y un falso sentido de justicia conforman el resentimiento, ese pensamiento de que, supuestamente, todo anda mal y no según creemos que debiera suceder. Y llega la rabia. A menudo, una persona ni siquiera percibe esa propia mentira que genera emociones negativas, o encuentra para la misma todo tipo de falsas excusas.

Pero necesitamos seguir observando y ver todo el proceso de aparición de las emociones negativas, pues solo entonces será posible erradicarlas. Es útil recordar cómo en la infancia se te enseñaron emociones negativas a través de sugerencias e imitando a los adultos. Tal vez tu madre estaba celosa por tu padre, y el se moría de rabia cuando algo no le salía bien. O quizá te compararon con tus compañeros, diciendo que eras peor que otros, etc. Esta reflexión te ayudará a comprender de qué manera surgen las emociones negativas.

La base misma de las emociones negativas es una identificación enferma con la idea del yo, es decir, con el ego: una persona enferma creada por una sociedad enferma. Es necesario entender que la idea de quién y qué eres es un constructo imaginado. Por ejemplo, ser parte de una raza, una nación, un estado o cualquier tipo de confesión religiosa, poseedor de una determinada propiedad, etc. Estas etiquetas forman una personalidad falsa. Además, crean la base para todas las emociones negativas y todas las mentiras sobre uno mismo, y es necesario parodiarlas, tratarlas con sentido del humor. Es decir, debemos ser capaces de reírnos de todo lo que se viene considerando como la persona, la propiedad, etc.

Las emociones sublimes también surgen sobre la base de ideas, pero ideas de un orden diferente que llevan a una persona más allá de la vida ordinaria, tales como la bondad divina, el amor, la compasión, la misericordia, la empatía, la ayuda a los demás, el cumplimiento de un objetivo elevado, etc. Al centrarnos en estos pensamientos y experimentarlos emocionalmente, recibimos las emociones sublimes que nos conectan con el Supremo. Aquello que destruye el ego nos ayuda a lograrlo: el desinterés, la abnegación, etc.

 

 «Así rezamos, así nos arrepentimos…»

¿Qué significa rezar de manera mecánica? ¿Cómo sentar las bases de una relación con Dios?

Hay emociones positivas falsas de las que debes deshacerte porque son la otra cara de las emociones negativas. Por ejemplo, el orgullo y la vanidad son el reverso de la autocompasión. Regodearse o burlarse de alguien es reemplazado por el resentimiento, la envidia y la agresividad, y llega el momento en el que los problemas ya no le afectan al otro, sino a ti mismo; la alegría ante el propio beneficio se torna en temor a perderlo todo; la emoción da paso a la decepción, y así un largo etcétera.
Por lo tanto, no debemos permitirles la entrada a esas emociones positivas falsas.
Cuando las auténticas emociones sublimes alcanzan una fuerte intensidad, se conectan con emociones superiores. Durante este proceso surge la claridad, se vuelve más sencillo descubrir cómo vivir, a qué dedicarse, etc. Y la revelación suprema desciende desde el plan divino.
Cada práctica espiritual debe evocar emociones sublimes. Solo entonces ha sido exitosa, por ejemplo, en la oración. En caso contrario, esta práctica espiritual se realiza de forma puramente formal, solo con la mente o el cuerpo.
Es necesario acostumbrarse más a amar a las personas, a todo el mundo y sentirlo en el corazón, difundirlo hacia todos lados.
Es bueno combinar todo esto con una respiración profunda.

Arrepentimiento
Se trata de una emoción sublime de entrega a Dios; no se trata de depresión, pesimismo, auto-flagelación ni desaliento. Es la renuncia al mal, a la mecanicidad, a las mentiras y la identificación. Las emociones sublimes se pueden cultivar en cualquier lugar: en el transporte, escuchando cantos divinos, comiendo, recordando cuántas personas mueren de hambre al tiempo que Dios te bendijo con comida, etc. La práctica espiritual sin emociones sublimes no es válida, sino formal e inútil. Las emociones sublimes nutren el alma, la llevan a Dios.

Amor
Es la base de todas las emociones sublimes. Pero para descubrir el gran amor, es necesario cultivar todo el espectro de emociones sublimes. Aquí están las principales: alegría, generosidad, perdón, humildad, conciencia, gratitud, amabilidad, compasión, desinterés, apertura, sinceridad, empatía, misericordia y muchas otras.

Canto
En la antigüedad y no hasta hace mucho tiempo, la gente solía cantar mientras trabajaba. Esto se hacía para activar el centro emocional y hacer las cosas con el alma, cultivando emociones sublimes. Es necesario revivir esta tradición para no trabajar como un esclavo o un caballo. Para hacer esto, deben organizarse clases de canto en las que aprender canciones espirituales, y luego cantar estas canciones durante el trabajo.
Es bueno cantar en coro, reuniendo a 2-4 personas en la sala durante el trabajo físico. Si una persona trabaja sola, puede cantar lo que quiera. Lo principal es despertar las emociones sublimes y trabajar con el corazón, pensar que se hace una buena acción por amor a las personas sirviendo a Dios.

 

También es bueno cantar durante las caminatas, mientras esperas y en cualquier otra situación; «¡canta una canción!»
Además, para trabajar como una persona, es necesario activar el centro intelectual para observar y confirmar qué centros están funcionando, qué «yo» está activado en determinado momento, etc.
Como es difícil hacerlo, es necesario recordarlo todo con la ayuda del sonido. En la antigüedad era un golpe de campana en las escuelas; el tañer de campanas en la iglesia; en el canto tibetano, los címbalos y trompetas que se tocaban durante los descansos del canto. En su caso puede ser un despertador a sus horas o el teléfono. Cuando suena, tienes que parar haciendo una pausa en el ejercicio. Luego reza brevemente, recuerda a Dios, pídele disfrutar de emociones y conciencia sublimes, y continúa trabajando.
En el presente trabajo deben participar tres centros, y no solo uno. Si funciona un solo centro, entonces hay una parcialidad y unilateralidad en la persona.
Durante el trabajo y en otras situaciones, es necesario luchar contra la identificación. Para ello, hay que fijarse en nosotros mismos como si fuéramos un extraño, o pensar “yo soy un actor que interpreto ahora un papel; estoy rodando una película» y hacerlo todo en un estilo un poco exagerado o intencionado para crear una brecha entre la mente, el cuerpo y la falsa personalidad.

 

Emociones exaltadas y negativas


En el hombre habita un gran tesoro que no usa, una inmensa riqueza enterrada: las  emociones sublimes.
En él viven arañas repugnantes, tarántulas, escorpiones y víboras que constantemente le crean tormentos y sufrimientos; son las emociones negativas.
Debe desvelar esas perlas de emociones sublimes, de modo que a la luz de este estado divino, todo el mal se aleje de él. Este es el camino a Dios, a la salvación.

 

Amor consciente

En Juan 21 (15-17), Jesús le pregunta repetidamente a Pedro si lo ama conscientemente, dado que en griego, en el cual se escribió el Evangelio, se usaban dos palabras para designar el amor: el amor consciente y el mecánico. Y Pedro le contestó tres veces que lo amaba (mecánicamente); todavía no comprendía la diferencia entre el amor consciente y el mecánico.
Esta diferencia es especialmente aguda cuando tratamos de amar a nuestros enemigos, porque no podemos amarlos con un amor normal, sino que podemos hacerlo únicamente al construir deliberadamente este sentimiento hacia ellos.

Una persona común conoce solo el amor mecánico: simplemente ama algo o no lo hace. Este amor surge a menudo a pesar de las ideas que tiene una personalidad falsa. Podemos enamorarnos de un hombre casado, de un criminal, de una persona que nos trata mal. Y, a pesar de todas las protestas de nuestra falsa personalidad, el centro emocional puede experimentar amor por una persona tan poco recomendable. O bien, se puede dejar de amar a una persona que en teoría debemos amar de acuerdo con las ideas de esa falsa personalidad creada a partir de la opinión pública. Por ejemplo, la idea de un marido ideal en todos los sentidos. Además de las ideas de la mente, el centro emocional se enfría y la persona no controla estos procesos en absoluto: no sabe a quién amará ni cuándo y a quién dejará de amar. Todo ello sucede inesperadamente en la persona y no sigue una lógica habitual, sino que se basa en los principios irracionales del trabajo del centro emocional, del cual la persona apenas sabe nada.

El amor consciente surge cuando una persona se hace cargo del trabajo de un centro emocional y aprende a cultivar emociones sublimes; es libre de aprender cómo crear sentimientos por otras personas y, entre ellos, el sentimiento más importante que no es sino el amor.
La culminación de esta acción es el amor a los enemigos. Una persona puede a veces no amar a sus amigos, e incluso a sí mismo. Por lo tanto, es muy difícil amar a los enemigos. Conseguirlo requiere de varias etapas.

La primera es el perdón. El hombre perdona a sus enemigos, como lo hizo Cristo en la cruz. Él dijo: «Perdónalos, porque no saben lo que hacen». Es necesario ver en los enemigos a seres perdidos y enredados, y observar las circunstancias de la vida que han ido confluyendo para que, de manera inconsciente, sin pensarlo, se hayan acabado convirtiendo en enemigos. Todo en su vida sucede por casualidad; son esclavos de opiniones públicas, de la influencia de los planetas. La vida se ordenó de tal modo que los ubicó a diferentes lados de la barricada: a alguien lo convirtió en tu amigo y a otro, en tu enemigo. Se trata simplemente de un papel en el gran juego de Dios. Pensar de este modo te permitirá ver la situación de manera diferente y dejar de sentir emociones negativas hacia tus enemigos. A continuación, puedes pensar en el hecho de que todos somos hijos de Dios y en que, tarde o temprano, lo entenderemos, al menos en el plano sutil posterior a la muerte. E incluso los enemigos serán percibidos como tus hermanos y hermanas una vez en Dios. Veremos que solo en la ignorancia, en el error, se han convertido en enemigos. Todos somos parte de un único Dios y es por ello que amamos a los enemigos, esas partículas de Dios que en este juego suyo han resultado ser nuestros enemigos. Tales pensamientos nos ayudarán a ver esta situación de manera diferente.

Y ahora podemos enfocarnos en el amor por aquello que amas y extender este sentimiento, transfiriéndolo a aquellos a quienes considerabas enemigos.
De esta manera, el amor consciente, del que Cristo le habló a Pedro, se pone a nuestro alcance.
«Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios. No hay miedo en el amor, debido a que el miedo es tortura. El que teme es imperfecto en el amor, pero el amor perfecto conquista el miedo».
Pedro se asustó cuando crucificaron a Cristo y lo negó tres veces, tal y como Él había predicho. Aquello sucedió porque Pedro no era consciente, y en él actuaron diferentes partes: una amaba a Cristo, y la otro temía ser crucificado con él. No hubo constancia en Pedro.
El amor consciente puede permanecer constante e independiente de las cambiantes circunstancias, ya que una persona consciente observa todos los procesos que tienen lugar en él bajo la presión de las circunstancias externas y, por ello, no es su esclavo.

                                            

   La raíz del mal

¿Qué impide que las personas tengan un paraíso en la Tierra y qué se necesita para ello?
Si todas las personas fueran amables, se amaran entre sí, tuvieran compasión, simpatía, misericordia y otras emociones nobles, entonces la Tierra sería un paraíso.


¿Por qué no sucede? ¿por qué las personas en lugar de amor experimentan odio, celos, resentimiento, envidia, avaricia, miedo y otras emociones negativas que envenenan su propia vida y les mueven cometer maldades contra otras personas como el asesinato, violencia, robo, daños y sufrimiento a sus semejantes?

Este mal comienza con la división de las personas entre los propios y los ajenos, entre uno mismo y otros diferenciados por su nacionalidad, raza, pertenencia a un determinado estado, religión, familia y a otro tipo de comunidades.
Tan pronto como se produce esta división, comienzan las constantes guerras, los conflictos, la esclavitud y la destrucción. De ahí provienen las guerras entre estados, los conflictos nacionales, las cruzadas, la yihad y la caza de «brujas».

La separación crea el ego y, por ende, el conflicto entre personas. Tales divisiones son enormemente beneficiosas para los políticos que aprovechan cualquier división para liderarla, y buscan manipular a las personas que han caído bajo su influencia contra otras comunidades: al cristiano lo dirigen contra todas las demás sectas y al musulmán lo mueven contra los cristianos. Hitler puso a los alemanes en contra de todas las demás naciones; Lenin puso a los pobres en contra de los ricos, y así sucesivamente. Todo ello engendró guerras, conflictos, asesinatos y violencia que resultaron en el sufrimiento de ambas partes.

La idea de la división penetró con tanta fuerza en las mentes de las personas que dio origen al ego, y ahora todas las personas se hallan en constante conflicto entre sí. Incluso hay en la familia una lucha por el poder: quién sacará la basura, etc. Y existe una constante competencia: quién tendrá el primer lugar y quién el último; quién es más rico y quién es más pobre; quién ocupará la silla del jefe y quién ascenderá, etc. Todo esto genera emociones negativas y un verdadero infierno en la Tierra.
Para detener esta terrible situación, la gente necesita desarrollar las emociones sublimes y quitar de sus mentes la idea de la división; comenzar a percibir a los demás como hermanos y hermanas; ser más cordial y amable, y tratar de no dividirnos, sino de permanecer unidos los unos con los otros en el amor, en el  esfuerzo mutuo por ayudarnos, para hacer todavía un mayor número de buenas obras por las personas que nos rodean.

 

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